El Frente Unido de Agricultores de India realizó una huelga de hambre en el aniversario de la muerte de Mahatma Gandhi, una medida que concluyó este domingo, luego de una semana de manifestaciones y disturbios en la capital por el rechazo a una reforma agraria que busca liberalizar los precios y que ya generó una crisis al Gobierno de Narendra Modi.

La semana pasada, los agricultores desataron una de las mayores crisis políticas del primer ministro indio, al instalar en la capital una protesta que viene creciendo hace meses, especialmente en la región norteña de Punjab: el rechazo a liberalizar el sector primario con medidas como el fin de los precios mínimos -algo creado en los años 60 para proteger a los pequeños productores- y mayores controles de calidad ambiental.

La presión fue tal que el Gobierno aceptó negociar y, después de 11 rondas de diálogo, hace diez días, Modi ofreció suspender la reforma por 18 meses y proporcionar una base legal para precios mínimos de apoyo para los cultivos.

Los líderes agrícolas rechazaron esta oferta y anunciaron que solo aceptarán la retirada total de las medidas.

Los agricultores temen que la reforma los deje más pobres, mientras el Gobierno apunta a convertir a India en un economía atractiva para empresas internacionales e inversiones extranjeras.

La nueva legislación no aclara si el Gobierno continuará garantizando precios para ciertos cultivos esenciales, un sistema que se introdujo en la década de 1960 para ayudar al país a reforzar sus reservas de alimentos y evitar la escasez.

Si bien el Gobierno aseguró estar dispuesto a que los precios regulados continuaran, los agricultores son escépticos y quieren una nueva reforma que diga que esos precios son su derecho legal, informó el diario India Today

Los agricultores también temen que la legislación los deje a merced de las corporaciones que ya no tendrán la obligación legal de pagarles el precio garantizado.

Además, la reforma de Modi también impide que los agricultores lleven las disputas contractuales a los tribunales, lo que los dejaría sin medios independientes de reparación aparte de los designados por el Gobierno.

La mayoría de los agricultores son pequeños productores: el 68% de ellos posee menos de una hectárea de tierra, y en algunos estados, las familias de agricultores ganan solo 271 dólares en promedio al año.

Muchos expertos en agricultura están de acuerdo en que el sector agrícola indio necesita reformas, pero cuestionan la forma en que el Gobierno introdujo las leyes y la participación empresarial en la agricultura.

Por su parte, la oposición se mostró molesta por la prisa con la que se aprobó la reforma agraria.

El rechazo popular comenzó a hacerse visible en noviembre pasado, pero esta semana pasada terminó de instalarse en la capital, Nueva Delhi, con la toma del Fuerte Rojo, un emblemático edificio del poderío de otra época del país que se ha convertido en un lugar turístico.

La toma complejizó aún más la crisis política porque los manifestantes quitaron la bandera tricolor india y la reemplazaron por la sij, un símbolo que recuerda la escalada separatista que dominó parte de la historia poscolonial del país entre los 60 y los 80.

Los sij quieren independizarse y formar el estado independiente de Jalistán, el antiguo estado conformado por los actuales Punjab, parte de Cachemira, Rajastán, Himachal Pradesh y otras partes, todas ubicadas en el noreste y sobre todo este de india, que limita con Pakistán.

La oposición al Gobierno de Modi, que hasta ese entonces respaldaban los reclamos de los agricultores, criticaron duramente el izamiento de la bandera sij y, ahora, los agricultores acusan a las autoridades de querer tildarlos de separatistas para deslegitimar sus reclamos.

Uno de los temores este domingoi en India es que estas protestas y disturbios radicalicen a los jóvenes descontentos de Punjab y aviven la retórica separatista que vivió la región.