Diego Maradona era una figura relevante del fútbol nacional e internacional cuando la década del ’80 daba sus primeros pasos. Barcelona y Juventus posaron los ojos en el campeón juvenil ’79, pero su salida al exterior debió esperar por conveniencia de los militares y así terminó con la camiseta de Boca tras irse de Argentinos Juniors.

La coyuntura de aquel entonces era compleja, ya que en el país reinaba la dictadura cívico-militar más sangrienta de la historia, ya con Leopoldo Fortunato Galtieri a la cabeza de la Junta. Además, se venía el Mundial ’82 en España y el entrenador César Luis Menotti había pedido que no le desarmaran el plantel con ventas al exterior.

Es por ello que Maradona, que llegó a amenazar con su retiro del fútbol si no se iba de Argentinos, desembarcó en Boca, en una salida decorosa para las partes: el jugador consiguió irse, el club de La Paternal obtuvo ingresos y el «xeneize» sumó una figura de renombre pese a tener las arcas prácticamente vacías.

«De la cifra de ese pase casi no hay registros serios», indicó el sociólogo y coautor del libro ‘Deporte y sociedad civil en tiempos de dictadura’, Mariano Gruschetsky, en charla con Télam.

«Maradona se vuelve una cuestión de Estado, nadie lo quería afuera, ni los hinchas, ni los dirigentes, ni los militares. La dictadura no hizo eso solamente con Maradona, lo hizo con varios. De la investigación, lo que más me llamó la atención es que las reuniones por la venta se hacían en lugares fuera del club», relató Gruschetsky, quien comparte la autoría del libro editado por la Universidad Nacional de San Martín con Rodrigo Daskal y Raanan Rein.

Por aquel entonces, el hombre fuerte de la dictadura en la Asociación del Fútbol Argentino era el contraalmirante Carlos Alberto Lacoste. El militar de la Marina fue uno de los encargados de organizar el Mundial de 1978 y años después tuvo un cargo en la FIFA.

Lacoste, Julio Humberto Grondona -el recién llegado al sillón de Viamonte- y todos los directivos del fútbol nacional definieron que ningún jugador menor de 22 años o integrante del seleccionado se iría al exterior.

Esa decisión afectó a Maradona, como lo reveló años atrás el agente de Barcelona Josep María Minguella a Página/12: «Yo tenía todo cerrado con Argentinos Juniors pero en el medio hubo llamados y presiones para que no se concrete. Me pusieron un arma encima de un escritorio cuando me junté con Domingo Tesone».

«Maradona se vuelve una cuestión de Estado, nadie lo quería afuera, ni los hinchas, ni los dirigentes, ni los militares. La dictadura no hizo eso solamente con Maradona, lo hizo con varios»

Mariano Gruschetsky a Télam

Al hombre que hizo referencia el empresario español era el por entonces comisario y presidente de Argentinos, que había ganado las elecciones, y tuvo cercanías con Carlos Guillermo Suárez Mason, comandante del Primer Cuerpo de Ejército y jefe de la represión en la ciudad de Buenos Aires.

Lo curioso y llamativo de esta traba fue cómo interpeló en su momento a la Junta Militar, conocida por sus políticas neoliberales en materia económica, el contrasentido de una intervención estatal en las decisiones de los clubes y en desmedro de sus economías.

«Eso llama mucho la atención. Fue en contra de la lógica de mercado totalmente. Y el fútbol y sobre todo los clubes escaparon un poco a la vida cotidiana. Por ejemplo, cuando la dictadura asaltó el poder con el golpe de Estado se terminaron las elecciones, los sindicatos, pero en los clubes se siguió votando y la gente se reunía igual», explicó Gruschetsky.

Maradona dejó en claro que se iba o se iba de Argentinos. Entonces dio un salto dentro del país, con un préstamo a Boca con cargo y opción de compra. No le alcanzaron los 51 goles en 62 partidos en las dos temporadas anteriores para volar a Europa. La presión resultó más fuerte, no sólo de los militares, también el periodismo, con una campaña encabezada por la revista El Gráfico.

«Maradona termina como punta del iceberg de una decisión de la dictadura y del mundo del fútbol. El hecho que el pase de Maradona afuera se atrasara lo festejaron todos», reflexionó el sociólogo.

La salida de Diego a Barcelona se terminó dando, finalmente, en 1982, con otra coyuntura: una dictadura en retirada, la Guerra de Malvinas perdida y un proceso de Menotti finiquitado luego del pésimo Mundial en España.

Barcelona cerró la compra de Diego en una suma impensada para los tiempos actuales: 10 millones de dólares, de los cuales ocho cobró Argentinos y dos fueron para Boca.