El insoportable peso de un talento descomunal’ (The Unbearable Weight of Massive Talent, 2022) es una metacomedia de grandes proporciones dirigida por Tom Gormican, quien también coescribió el guion con Kevin Etten, para tratar de rendir un homenaje autoparódico a Nicolas Cage, en el que el propio actor es cómplice consciente y activo, haciendo un ejercicio de introspección sobre su carrera que muestra su capacidad de reírse de sí mismo.

Ser fan de Cage a día de hoy puede achacarse al humor cínico y millenial, pero lo cierto es que durante décadas, el rostro del intérprete en el cartel de una película era la clave para la venta de millones de entradas en todo el mundo, y además de una estrella mundial, ha sido llamado el mejor actor de su generación, lo que hace tiempo nadie cuestionaba, pero el paso del tiempo y las deudas han creado la imagen de un tipo capaz de aceptar cualquier papel para pagarse una moto, un castillo o deudas de hacienda.


Esto ha desembocado en una etapa meme en la que Cage ha experimentado con su propia imagen, la ha fagocitado y la ha devuelto con una complicidad con su público que no hace sino multiplicar todo lo que se espera de él, y esta película, para bien o para mal, es la última consecuencia de este fenómeno aumentado por gifs y redes sociales. Aquí Cage interpreta a Nick Cage, una versión ficticia de sí mismo que expresa ideas elevadas sobre la actuación, pero a quien le resulta cada vez más difícil conseguir trabajos.

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El Cage ficticio también está teniendo problemas familiares: su hija adolescente (Lily Sheen) está resentida con él, y su inminente divorcio de su inteligente esposa maquilladora Olivia (Sharon Horgan) le ha dejado en la ruina. Afortunadamente, su agente (Neil Patrick Harris) tiene un trabajo para él: el multimillonario y superfan español Javi (Pedro Pascal) le pagará a Nick para que asista a la fiesta de cumpleaños que organiza en Mallorca. Por cierto, Javi también ha escrito un guion para una película que espera que su ídolo lea.

Nick aparece en la isla con la esperanza de hacer lo justito para cobrar. Pero él y Javi terminan forjando un vínculo cálido con LSD y un amor compartido por… Nick Cage. Su bromance se ve frustrado cuando un dúo de agentes de la CIA (Tiffany Haddish e Ike Barinholtz), que creen que Javi está detrás de un secuestro meten a Cage en una trama digna de una de sus películas. Mientras, un Cage joven de la era de ‘Corazón salvaje’ se aparece repetidamente para recordarle al Nick mayor que ya no es un actor serio sino una superestrella, y que necesita para empezar a comportarse como tal.

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Todo sobre el papel suena bastante bien, y cualquier fan del actor y de su fenómeno encontrará citas memorables a ‘Cara a cara’, ‘Con Air’, ‘La roca’ y otros easter eggs inevitables, pero lo cierto es que todo suena un poco a repaso de lo que ya hemos visto en gifs y memes, por lo que el guion se queda corto en hacer una buena comedia de todo ello. No faltan momentos delirantes, Cage haciendo el ridículo sin sentirse ni un poco ridículo y una buena serie de trucos bajo la manga que hacen de ‘El insoportable peso de un talento descomunal’ un evento entretenido.

Menos brillante de lo que Cage merecía

Pero este acto de autoburla no es particularmente atrevido ni ingenioso más allá de su propia existencia, y recuerda a otros intentos de hacer algo así como ‘Posesión demencial’ (My Name is Bruce, 2007), el equivalente de cine de terror de Bruce Campbell, por lo que no debería sorprender a nadie. Afortunadamente no es tan listilla como muchos podrían esperar, y esquiva la pomposidad y surrealismo de postureo de la muy envejecida ‘Cómo ser John Malkovich’, pero quizá un guion algo más afilado y más dinamismo habrían mejorado el conjunto.

‘El insoportable peso de un talento descomunal’ es café para muy cafeteros, pero tiene actuaciones divertidas de un reparto que se cree la broma y alguna escena de acción divertida, pero no pasa de anécdota más de una época en la que estamos obsesionados por las cosas que nos dieron felicidad en el pasado. No es más que otra película tratando de exprimir una marca, en este caso la del propio actor, pero al menos es sorprendentemente tierna y llena de corazón.

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Y lo hace logrando que la reflexión sobre la posición de los actores del Hollywood de antes de ayer en la actualidad tenga más profundidad de la que le corresponde, confirmando de paso que Nicolas Cage sigue siendo un profesional con más tablas y capacidad de leer su propia posición en la industria que muchos otros nombres que brillaron en los 80-90 y no han podido (o sabido) mutar de una forma tan insólita y, por qué no, digna de sincera admiración.