Seamos sinceros: hay que ser muy fan para estar emocionado, de primeras, por la serie precuela de un spin-off intercuela de ‘Star wars’, pero es precisamente por esa definición de vagón de cola y de desventaja por la que ‘Andor’ ha tenido la libertad suficiente para hacer, más o menos, lo que le ha dado la gana. Y en una galaxia muy, muy lejana en la que siempre parece que vemos los mismos planetas, las mismas razas y el mismo tono, se agradece que alguien haya intentado virar el timón, aunque solo sea un espejismo.

¿Cassian quién?

No fueron muchos los que salieron de ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’  queriendo saber más sobre Cassian Andor, el personaje interpretado por Diego Luna, por más que en el márketing se empeñen en decir que era un favorito de los fans. Sin embargo, por mucho que no hubiera nadie pidiendo esta serie, es injusto valorarla por su poco apoyo popular: nadie pidió un spin-off de ‘El pacificador’ al ver ‘Escuadrón suicida’ y es una de las joyas del año, al fin y al cabo.

‘Andor’ tiene algo que no tiene ninguna serie de ‘Star wars’ desde ‘The mandalorian’: personalidad propia. El inicio del primer episodio recuerda más, de hecho, al cine negro que a la saga multimillonaria, tomando como personaje principal a un perdedor con matices y dudas en su personalidad, un mero superviviente tomando decisiones arriesgadas para salvar su pellejo. De repente, Cassian Andor se convierte en alguien interesante, hayas visto o no su película de debut.

Cassian Andor

Uno de los grandes puntos a favor de ‘Andor’ es que no hace falta haber visto nada de ‘Star wars’ para disfrutarla. No va a aparecer Luke Skywalker a comentarle una cosa, nadie habla del maestro Yoda ni se da por hecho que el espectador conoce ya este universo de sobra: por supuesto, si conoces la saga (y tienes mente abierta) estás más que invitado a la fiesta. Al fin y al cabo, tú ya sabes cómo acaba todo esto.

Se hace camino al Andor

‘Andor’ tiene el mismo problema del que ya adolecía ‘Obi-Wan Kenobi’: ya conocemos el punto de llegada, y los personajes que seguro que van a sobrevivir, por lo que las secuencias de acción o los intentos de que temamos por su vida no pueden ser emocionantes por muy bien que estén ejecutados. Y en el caso de ‘Andor’, desde el punto de vista técnico, lo han dado todo con una serie más callejera, más sucia y arriesgada, menos pensada para el disfrute familiar.

Diego Luna

Pero, aunque sea uno de los mejores ejemplos de lo que debería ser ahora una saga dolorida por el mal recuerdo de su última trilogía (que se revalorizará con el tiempo), eso no quiere decir que haya aprendido totalmente de sus errores en otras de sus series. Al igual que le pasaba a ‘El libro de Boba Fett’ o ‘Obi-Wan Kenobi’, los episodios le pesan como losas y no se puede evadir la sensación de que se podría haber contado lo mismo en la mitad de tiempo.

Cierto es que, aunque a veces se note el metraje alargado, al menos queda la satisfacción de comprobar que, esta vez, los personajes no son jedis poderosos que pueden cambiar el curso de la historia o malvados sith con el poder de convocar ejércitos al son de su mano: del primero al último, los protagonistas de ‘Andor’ son pringados galácticos, carne de cañón, secundarios en su propia vida que intentan sobrevivir como pueden en un mundo repleto de tensiones geopolíticas que les tocan de refilón. La serie tiene muchos matices y es más interesante que el resto de las producciones de Disney+. No es perfecta, pero al menos intenta sorprender.

Casi-an Andor

‘Andor’ le pone tantas ganas e intenta marcar la diferencia con tanto ahínco que durante el visionado creía que me estaba gustando más de lo que realmente, a toro pasado, compruebo que dejó marca. Es un producto con alma, personalidad y que trata temas mucho más adultos que el resto de la saga en los últimos años, dando mucha más importancia a la política que a las peleas o a la aventura. Ni cae en la nostalgia barata, ni intenta comprar al espectador con un par de guiños, ni en ningún momento su tono cambia y está fuera de lugar, pero, y he aquí su mayor problema, parece avergonzarse de formar parte de ‘Star wars’.

No leáis esto por donde no es: hay disparos láser, peleas, y referencias al Imperio y la Rebelión, pero los propios actores en las entrevistas dejan caer que a veces se olvidaban de que estaban en una serie de la saga galáctica. Es como reformular el famoso «No es televisión, es HBO» con un «No es Star Wars, es Andor»: quiere ser tan propia sin traicionar el espíritu de las películas que, a veces, cae en una contradicción. Si no fuera ‘Star Wars’, no existiría, pero le da vergüenza reconocer que forma parte de ‘Star Wars’.

‘Andor’ es una rara avis, una serie franquiciada que parece al mismo tiempo rendir homenaje y sentir arrepentimiento de pertenecer a la franquicia en sí misma. Tony Gilroy, el showrunner, que viene de ‘Michael Clayton’ y la saga Bourne, tiene más interés en dejar su impronta que en escribir otro capítulo de la saga galáctica. A veces esto actúa en beneficio de los episodios, que se vuelven resplandecientes, únicos y diferentes, pero, tristemente, en otras ocasiones crea una indecisión en su argumento que se divide entre seguir los dictados de la tradición o contar lo que le de la real gana. Una cosa está clara: va a causar un cisma entre los que quieren seguir viendo el ‘Star Wars’ de siempre y los que están abiertos a nuevas experiencias, sin darse cuenta de que, sí o sí, y durante un buen tiempo, como en ‘Andor’, ambos bandos se van a ver obligados a coexistir.