Durante décadas, los argentinos hemos recurrido a fórmulas conocidas para proteger sus ahorros: comprar dólares, hacer plazos fijos o invertir en ladrillos. Son decisiones que se explican en un contexto de inflación crónica y sucesivas devaluaciones, donde se construyó la ilusión de que el dólar siempre protege. Sin embargo, el escenario actual exige repensar estas estrategias.

En 2024, por ejemplo, mientras la inflación alcanzó el 118%, el dólar subió apenas un 17%. Para el ahorrista promedio, acostumbrado a medir todo en dólares, esto representa un desconcierto. Algo similar ocurre con los plazos fijos: cuando las tasas suben, dan la sensación de estar ganando, pero el registro histórico de los últimos 20 años muestra que siempre perdieron contra la inflación. Y los inmuebles, cuyo valor real es difícil de determinar en un mercado poco transparente, muchas veces ocultan la pérdida de patrimonio.

La situación del país cambió y por eso deben cambiar tus inversiones. No podés correr una carrera de Fórmula 1 arriba de una moto”, resume Daghero.

Del dólar bajo el colchón al dólar productivo

Aunque el dólar sigue siendo un refugio para los argentinos, también pierde valor con el tiempo. En los últimos diez años, la inflación acumulada en Estados Unidos fue del 35%. En ese contexto, guardar billetes verdes bajo el colchón no es una estrategia sostenible.

Momentos como este despiertan la conciencia inversora. Es hora de que esos dólares empiecen a trabajar”, plantea Daghero. ¿Cómo? A través de instrumentos como las Obligaciones Negociables (ON), que son bonos emitidos por empresas de primera línea que pagan intereses en dólares. “Son ideales para quienes valoran la estabilidad y el resguardo en moneda dura”, señala. También menciona a los bonos soberanos en dólares, que con mayor riesgo, han tenido rendimientos atractivos acompañando la baja del riesgo país.

¿Y los pesos? También pueden rendir

En un país con estabilidad emergente, los bonos en pesos vuelven a aparecer como una opción válida para diversificar una cartera. “Antes de pensar siquiera en esta alternativa parecía una locura. Hoy, con mayor previsibilidad, vuelven a ser relevantes”, explica el analista.

Hay bonos con tasa fija, ajustables por inflación o atados a la tasa Badlar. La clave, según Daghero, es salir de los prejuicios y evaluar estas opciones con asesoramiento profesional. “Los consejos mágicos o las recetas genéricas no existen. Hay que hacer un análisis detallado del perfil financiero de cada inversor”.

Acciones: la gran herramienta de crecimiento

En Argentina, menos del 5% de la población invierte en acciones, frente a más del 50% en países como Estados Unidos. Esta diferencia refleja, en parte, el bajo desarrollo financiero del país. “Invertir en empresas que crecen y que cotizan en bolsa es una de las mejores formas de construir riqueza en el largo plazo”, afirma Daghero.

Y aunque no siempre esté en los titulares, la Bolsa argentina ha sido una de las más rentables del mundo en los últimos años. “Aun queda un camino por recorrer y es inteligente que las acciones estén en el radar de cualquier inversor que piensa a largo plazo”, concluye.