Por Eduardo Bocco. Apenas había transcurrido media hora de la difusión del fallo que condenaba a Cristina Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, cuando comenzó furiosamente el operativo victimización de la expresidenta, con ella misma hablando ante un puñado de fieles que la vivó permanentemente.

Cristina irá presa y seguramente cumplirá la condena en su domicilio, pero no podrá ser candidata, aunque a partir de ahora habrá uno y mil argumentos que dirán que podrá presentarse a los comicios de la provincia de Buenos Aires y postularse como legisladora por la tercera circunscripción electoral.

Fiel a su estilo, descalificó a sus detractores y utilizó reiteradamente el término “monigote” para burlarse de los tres miembros de la Corte Suprema de la Nación, al presidente Javier Milei, al mandatario estadounidense Donald Trump y al empresario Elon Musk.

Exhibió la líder justicialista todo su repertorio para recuperar impensadamente el centro de la escena política tras el fallo de la Corte, difundido en pleno año electoral y a pocas semanas de que expire el plazo para presentar listas de candidatos para las elecciones bonaerenses.

Eso la coloca en un lugar privilegiado y es sin dudas una mala noticia que, de buenas a primeras, ve como la enemiga política del presidente recupera espacio, aunque lógicamente las críticas le cortarán el rostro. Pero sin que hiciera nada, infló el pecho y se sintió otra vez protagonista.

Recordemos que aquella mujer prácticamente acorazada que caminaba por el país con paso prepotente hasta ayer estaba acurrucada y en un rincón. Ahora, los jueces le dieron una mano y la pusieron de pie. Y que no se entienda esto como una crítica al fallo que puede ser inobjetable, sino por el momento en que se da a conocer.

Detrás de la señora vendrán sus acólitos denunciando proscripción y lawfare. Trotarán por las calles argentinas indicando que la democracia está en peligro. Si la Justicia en todos sus niveles revisó la resolución del primer tribunal que la condenó, pasando por la Cámara de Casación Federal y la propia Corte Suprema, no habría por qué desconfiar, aunque Cristina en su exposición casi teatral puso en duda a todo y a todos.

Fue una jugada clásica, digna de una líder política de su generación que trata de reivindicarse ante los suyos. Lo que pasa es que pasó mucho tiempo de su verdadero esplendor y hoy aquella mujer infranqueable, hoy es desafiada desde diferentes costados de la sociedad. Hoy la acompañaron los senadores peronistas durante todo el día y en su puesta en escena, fue escoltada por su hijo Máximo y su cuñada Alicia Kirchner.

Ella empieza lo que sus amigos llaman la remontada. Pero está presa, lo hará en un domicilio seguramente suntuoso pero presa al fin. El argumento dice que robó.