Un reciente estudio de opinión pública realizado por la consultora Zuban Córdoba expone una paradoja que atraviesa a la Argentina: más del 50% de los encuestados cree que Cristina Fernández de Kirchner es culpable y que debe ir presa, pero al mismo tiempo, el 46,5% desconfía de la Justicia y la considera deshonesta.

La polarización es total. El voto en el balotaje de 2023 funciona como una clave interpretativa central. Entre quienes votaron a Javier Milei, el 94,5% cree que CFK debe ir presa, mientras que entre los votantes de Sergio Massa, ese número se reduce al 5,5%. La percepción de culpabilidad también se refleja en la evaluación de la justicia: el 88,7% de los votantes de Milei cree que actuó de manera honesta, frente al 95,5% de los votantes de Massa que considera que fue deshonesta.

En términos generacionales, los mayores de 60 años son quienes más apoyan la condena: un 70,9% la considera culpable, frente a un 43% de los jóvenes entre 16 y 30 años. Estos últimos, además, son los más proclives a expresar dudas: el 10,4% dice no saber si es culpable o inocente, frente al 6,3% de los mayores.

Otra cifra reveladora: el 51,7% de los encuestados admite que le genera dudas que la condena a Cristina haya ocurrido a solo un mes del cierre de listas en la provincia de Buenos Aires, en lo que parece ser un cuestionamiento implícito a la sincronía política de los tiempos judiciales.

Sin embargo, el 46,5% desconfía de la Justicia y cree que actuó de manera deshonesta. La grieta en todo su esplendor. En tanto, el56,6% no cree que «en Argentina somos iguales ante la ley» y el 75% está en desacuerdo con la designación de jueces de la Corte por decreto presidencial.

El descrédito hacia el Poder Judicial se expresa en otras respuestas: el 61,1% cree que los jueces deberían ser elegidos por voto popular, y un abrumador 76,4% rechaza que puedan ser designados por decreto presidencial. La justicia, entonces, aparece como un actor clave pero profundamente deslegitimado.

Zuban Córdoba sintetiza esta paradoja con una frase que atraviesa todo el informe: El electorado quiere justicia, pero no le cree a los jueces; quiere condenas, pero duda de los condenadores.” En ese contexto, Cristina Fernández de Kirchner emerge como un símbolo doble: activa pasiones y rechazos por igual, y su figura revela una matriz emocional donde se mezcla el clamor punitivo con la desconfianza institucional.

El estudio concluye que “la política argentina debe readecuar sus posiciones frente a este nuevo escenario de polarización total”. La condena a CFK parece haber sepultado definitivamente la “avenida del medio”, aquel espacio de equilibrio que durante años algunos intentaron construir sin éxito. La grieta no solo persiste: se profundiza, se reactualiza y condiciona el futuro inmediato.