La jubilación en Argentina dejó de ser una garantía de bienestar para convertirse en un desafío financiero. Según un informe de Focus Market, el sistema previsional argentino atraviesa una crisis estructural que, lejos de revertirse, se profundiza año tras año. En este contexto, cada vez más personas deciden no dejar su futuro librado al azar y buscan alternativas para construir una vejez más previsible y sustentable.

«Desde hace más de una década, el sistema previsional argentino combina fragilidad financiera, pérdida constante del poder adquisitivo y una arquitectura legal inestable», sostiene Damián Di Pace, director la consultora. Entre 2008 y 2025, el sistema acumuló al menos nueve reformas legislativas y administrativas, lo que diluyó su previsibilidad y minó la confianza de los ciudadanos en que el Estado pueda garantizar un retiro digno.

Un haber mínimo que no alcanza

El informe detalla cómo, medida en dólares, la jubilación mínima ha perdido valor de forma drástica en los últimos 15 años. El pico máximo se registró en septiembre de 2017, cuando alcanzó los US$ 403,78 sin bono. Para junio de 2025, el haber se ubica en US$ 259,39 sin bono y US$ 318,96 con bono extraordinario. Es decir, incluso con ayuda estatal, está casi US$ 100 por debajo del máximo histórico.

Además, desde octubre de 2020 —el peor momento registrado, con apenas US$ 106,26— el sistema previsional se volvió “bono-dependiente”. Buena parte del ingreso de los jubilados no está garantizado por ley, sino que depende de transferencias discrecionales del Poder Ejecutivo.

Un ingreso que no cubre el costo de vida

Para evaluar la situación real, Focus Market cruzó el haber mínimo con la Canasta Básica del Jubilado, elaborada por la Defensoría de la Tercera Edad. En abril de 2025, esa canasta asciende a $1.200.523 mensuales, mientras que la jubilación mínima con bono apenas alcanza los $374.783, lo que representa un 31% del total. En otras palabras, un jubilado necesita más de tres jubilaciones mínimas para cubrir los gastos básicos.

El dato más preocupante: en los últimos 15 años, nunca un haber mínimo logró cubrir el 100% de la canasta. En 2017 cubría el 40%; hoy, apenas llega al 25%. A pesar de los aumentos nominales, los jubilados perdieron más de 40 puntos porcentuales de poder adquisitivo desde entonces.

Comparación regional: en la mitad baja del ranking

A nivel regional, la jubilación mínima argentina —con poco más de US$ 250 mensuales— se encuentra por debajo de la de países como Brasil, México, Colombia, Costa Rica o Uruguay, a pesar de tener una economía más grande y un gasto previsional históricamente alto en relación al PBI. La alta inflación, la informalidad laboral y la falta de reformas estructurales licuaron el ingreso real y relativo de los jubilados.

¿Cómo resguardarse? La alternativa anti jubilación

Frente a este panorama, el informe introduce un concepto clave: la “inversión anti jubilación”. Se trata de alternativas privadas de ahorro y capitalización individual, como los seguros de retiro o seguros de vida con ahorro, que permiten a los trabajadores construir un fondo propio para el retiro.

“El sistema de reparto está tensionado por la informalidad y el envejecimiento poblacional. Cada vez hay menos aportantes formales y más beneficiarios que acceden por moratoria, lo que vuelve inviable la sostenibilidad”, advierte Di Pace.

A diferencia del sistema estatal, los instrumentos de capitalización funcionan con cuentas individuales que generan rendimiento, pueden ser heredados y, en muchos casos, integran seguros de vida o invalidez.

Un ejemplo concreto: según estimaciones de Sancor Seguros, una persona de 35 años que aporte $50.000 mensuales durante 30 años, con una rentabilidad real proyectada del 4% anual, podría acumular un fondo cercano a los $30,7 millones, equivalente a una renta vitalicia de más de $200.000 mensuales a valor de hoy.

La jubilación en Argentina ya no alcanza. Con un sistema previsional colapsado y sin perspectivas de reforma en el corto plazo, construir un plan B dejó de ser una opción y se convirtió en una necesidad. Las “inversiones anti jubilación” representan hoy una vía concreta para quienes desean anticiparse a la incertidumbre y empezar a garantizar una vejez más digna y autónoma.