El economista Gastón Utrera trazó un diagnóstico detallado del escenario económico actual y de los desafíos que enfrenta la Argentina de cara a 2026, con una mirada crítica pero alineada en la lógica interna de la estrategia del Gobierno. Su análisis parte de una premisa clara: la administración de Javier Milei apuesta casi exclusivamente al orden macroeconómico, bajo la convicción de que la microeconomía se acomodará por sí sola una vez estabilizadas las variables fundamentales.

“El Gobierno está convencido de que, si la macro está ordenada, la micro se corrige sola”, sintetiza Utrera en el último desayuno de Coyuntura de Punto a Punto que se desarrolló en Standard 69 acompañado por Eguia, Kolektor, Hospital Privado y Copa Airlines. Sin embargo, advierte que esa visión, válida como construcción teórica, “no necesariamente funciona como guía práctica de política económica en una economía heterogénea como la argentina”.

La estrategia monetaria y cambiaria: acumular reservas sin devaluar

En materia de política monetaria y cambiaria, el Gobierno se aleja deliberadamente de los enfoques tradicionales que proponían una compra agresiva de dólares para forzar una corrección cambiaria. Según Utrera, la estrategia oficial busca acumular reservas sin presionar el tipo de cambio, utilizando la emisión de pesos solo en la medida en que exista una demanda genuina de dinero.

“La idea es emitir para comprar dólares, pero únicamente porque la economía va a necesitar más pesos”, explica el economista. Esa mayor demanda surge, según sus proyecciones, de tres factores combinados: un crecimiento económico estimado en torno al 5,5%, una inflación todavía positiva —aunque en descenso— cercana al 18% anual, y un proceso de remonetización de la economía.

Utrera recuerda que la Argentina tiene niveles históricamente bajos de monetización. “Si la relación dinero–PBI sube de 4,2% a 4,8%, solo ese movimiento habilitaría la compra de hasta US$ 17.000 millones”, señala. En un escenario más conservador, el economista calcula que el Banco Central podría emitir los pesos necesarios para adquirir alrededor de US$ 10.000 millones sin generar desequilibrios inflacionarios.

No obstante, advierte sobre los riesgos del esquema de bandas cambiarias móviles: “Si el techo del dólar se ajusta al ritmo de la inflación pasada, se corre el riesgo de un círculo vicioso en el que la suba del tipo de cambio retroalimenta la inflación y viceversa”.

Sin atraso cambiario y con disciplina fiscal

Desde la óptica oficial, no existe atraso cambiario. Utrera explica que el Gobierno compara el tipo de cambio real actual con otros períodos considerados “competitivos” y concluye que hoy se ubica en niveles incluso superiores a los de comienzos de 2016.

El aprendizaje de experiencias pasadas también marca la política fiscal. “La historia argentina muestra que financiar el déficit con emisión siempre termina mal”, recuerda Utrera. Por eso, el esquema de emitir pesos únicamente contra compra de dólares intenta funcionar como un ancla de disciplina: “El problema no es emitir, sino emitir de más. Una vez que abrís la canilla, es muy difícil cerrarla”.

Macro ordenada, micro fragmentada

Uno de los puntos más críticos del análisis es la relación entre macroeconomía y realidad productiva. Para Utrera, el orden macro no garantiza una recuperación homogénea. “La evidencia muestra que el crecimiento no se distribuye de manera pareja: hay sectores y provincias que despegan y otros que siguen estancados”, advierte.

Cita como ejemplo el dinamismo del empleo vinculado al petróleo en provincias como San Juan o Mendoza, frente a actividades industriales o regionales que no logran recuperarse al mismo ritmo. “La macro puede estar bien, pero eso no significa que todos los sectores estén mejor”, resume.

Desregulación, no intervención y tensiones productivas

La filosofía de no intervención del Gobierno es otro eje central del diagnóstico. El rechazo al proteccionismo sectorial es absoluto: cualquier pedido de resguardo frente a importaciones es interpretado como una distorsión que beneficia a unos en perjuicio de otros.

“El mensaje oficial es claro: menos regulación siempre es mejor”, señala Utrera. Pero introduce una diferencia clave entre desregulación y mejora regulatoria. “Eliminar reglas sin mirar asimetrías puede terminar siendo, paradójicamente, una forma de intervención estatal que distorsiona la competencia”, sostiene.