• Flora Drury
  • BBC News

Un hombre ora en las afueras de la Sule Paya en el centro de la ciudad de Yangon, Myanmar.

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El ejército birmano detuvo a varios políticos horas antes de la sesión del Parlamento.

Una década después de haberle entregado el poder a un gobierno civil, el ejército de Myanmar anunció este lunes que había tomado nuevamente las riendas del país.

Se trata de un nuevo golpe de Estado que ha traído recuerdos, además de causar temor en un país que, antes de iniciar su transición democrática hace una década, soportó casi 50 años de gobiernos liderados por regímenes militares opresivos.

La detención de Aung San Suu Kyi y otros políticos hicieron pensar en aquellos días que muchos birmanos creían haber dejado atrás.

Suu Kyi y su partido, la Liga Nacional de la Democracia (LND), lideraron el país en los últimos cinco años tras ser elegidos en 2015, en la elección más libre y justa que el país había vivido en 25 años.

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Los expertos no están seguros de por qué exactamente los militares decidieron actuar ahora.

Se esperaba que este lunes el partido comenzara su segundo mandato.

Entre bastidores, el ejército ha mantenido un relativamente estricto control en Myanmar -también conocido como Birmania-, gracias a que la Constitución le garantiza una cuarta parte de los escaños en el Parlamento, así como el control de los ministerios más importantes del país.

Esto plantea las siguientes preguntas: ¿por qué decidió tomar el poder justo ahora y qué sigue?

Acusaciones de fraude «trumpianas»

El «por qué ahora» se puede explicar fácilmente, como señala el corresponsal de la BBC en el sudeste asiático Jonathan Head: la mañana de este lunes debió haber sido la primera sesión del Parlamento, que a su vez habría consagrado el resultado (electoral).

No dejaron que eso sucediera.

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El general Min Aung Hlaing tomó el poder.

En las elecciones de noviembre del año pasado, la LND ganó con más del 80% de los votos, su popularidad se mantuvo incluso frente a múltiples acusaciones de genocidio contra la población musulmana rohingya en ese país.

Respaldada por la cúpula militar, la oposición comenzó una campaña de desprestigio con denuncias de fraude.

El presidente interino, que acaba de ser nombrado, repitió estas acusaciones para justificar la imposición del estado de emergencia de un año.

«La UEC (comisión electoral) no logró resolver las enormes irregularidades en las listas de votantes en las elecciones generales multipartidistas que se llevaron a cabo el 8 de noviembre de 2020», aseguró por medio de una declaración firmada Myint Swe, un exgeneral que fue vicepresidente del país.

No obstante, hay muy poca evidencia que apoye la teoría de fraude electoral.

«Obviamente, Aung San Suu Kyi obtuvo una contundente victoria electoral», le dijo a la BBC Phil Robertson, subdirector de Human Rights Watch (HRW) en Asia.

«Ha habido acusaciones de fraude electoral. Es algo trumpiano: acusaciones de fraude sin evidencia».

Aun así, Robertson describe la toma de poder como «inexplicable».

«¿Significó (la elección) una pérdida de poder? La respuesta es no».

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El golpe de Estado ha traído recuerdos, además de causar temor en el país asiático.

La «madre» vs el «padre» de la nación

Puede que en las elecciones de noviembre, el Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo (USDP, por sus siglas en inglés), respaldado por los militares, haya ganado solo una fracción de los votos, pero el ejército aún tiene una gran influencia sobre el gobierno gracias a la controvertida Constitución de 2008, redactada durante el gobierno de la junta militar.

No solo les da a los militares una cuarta parte de los escaños parlamentarios de manera automática, sino que además les otorga el control de tres ministerios clave: Asuntos Internos, Defensa y Asuntos Fronterizos.

Mientras la Constitución siga siendo la misma, el ejército retiene cierto control.

Pero, ¿podría la LND, con su mayoría, haber enmendado la Constitución?

Es poco probable, según Jonathan Head, ya que eso requeriría el apoyo del 75% del Parlamento, algo casi imposible cuando el ejército controla al menos el 25%.

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Un grupo de militares de Myanmar fueron vistos dentro del Ayuntamiento de Yangon, la capital del país.

La experiodista Aye Min Thant sugiere que puede haber otra razón para explicar las acciones que marcaron el día del golpe: vergüenza por parte de los militares.

«No esperaban perder», le dice a la BBC desde Yangon, la capital de Myanmar. «Las personas cuyas familias están en el ejército deben haber votado en contra de ellas».

Pero, por supuesto, hay mucho más en todo esto.

«Es necesario comprender cómo ve el ejército su posición en el país», prosigue Aye Min Thant.

«Los medios internacionales están bastante acostumbrados a referirse a Aung San Suu Kyi como la ‘madre’. El ejército se considera a sí mismo el ‘padre’ de la nación».

Como resultado, siente una sensación de «obligación y derecho» cuando se trata de gobernar, y en los últimos años, a medida que el país se ha vuelto más abierto al comercio internacional, no le ha gustado lo que ha visto.

«Ven a los extranjeros especialmente como un peligro».

La pandemia y la presión internacional sobre la privación de los derechos de los rohingya en las elecciones de noviembre pueden haber envalentonado a los militares para actuar ahora, sugiere Aye Min Thant.

Incluso así, la noticia la tomó por sorpresa.

¿Qué depara el futuro para esta nación asiática?

Los expertos no están seguros de por qué exactamente los militares decidieron actuar ahora, ya que aparentemente no hay mucho que puedan ganar.

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Los ciudadanos de Myanmar en Japón han salido a las calles a protestar contra el ejército de su país.

«Vale la pena recordar que el sistema actual es tremendamente beneficioso para el ejército: tiene una autonomía de mando completa, una inversión internacional considerable en sus intereses comerciales y una cobertura política de los civiles por crímenes de guerra», explica Gerard McCarthy, del Instituto de Investigación de Asia de la Universidad Nacional de Singapur.

«Tomar el poder por un año, como lo han anunciado, aislará a los socios internacionales no chinos, dañará los intereses comerciales de las fuerzas armadas y provocará una creciente resistencia de millones de personas que colocaron a Suu Kyi y a la LND en el poder por otro período de gobierno».

Él cree que quizás los militares esperan mejorar la posición del USDP en futuras elecciones, pero los riesgos de tal movida «son significativos».

Phil Robertson, de HRW, señala que la medida pone a Myanmar en peligro de convertirse en un «estado paria» una vez más, y al mismo tiempo enfurecer a los locales.

«No creo que la gente de Myanmar vaya a tomar esto tranquilamente», agrega. «No quieren regresar a un futuro militar. Ven a Suu Kyi como un baluarte contra un regreso al poder militar».

Y aunque todavía hay esperanzas de que esto pueda resolverse mediante la negociación, afirma, si el pueblo birmano comienza a protestar masivamente esto puede ocasionar una crisis mayor.

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