El 2 de septiembre de 2008, Google lanzó un producto que buscaba darle un giro a la forma donde se visualizaba internet hasta entonces: Google Chrome, para Windows XP.

La primera versión del navegador Google Chrome fue muy sencilla y minimalista, pero además se lanzó en formato beta y se anunció al mundo mediante un webcómic, en el que se aseguraba que las páginas web de 2008 habían evolucionado a aplicaciones.

Considerando lo anterior, para Google pareció buena idea comenzar con un navegador totalmente de cero. Y bajo ese enfoque construyeron Google Chrome, que estaba basado en elementos de código abierto y que ya utilizaban los que serían sus competidores, como la tecnología para navegadores llamada WebKit, desarrollada por Apple.

Por tratarse de un producto mediático —un gigante como Google lanzaba un navegador web con una interfaz muy renovada—, durante sus primeros días mucha gente descargó Chrome, que rápido logró amasar un 1 por ciento del mercado de navegadores.

Sin embargo, este número se redujo en los meses subsiguientes. Y es que, más allá de la novedad, a Chrome le faltaban algunos elementos que ya eran triviales en navegadores como Firefox: las extensiones.

Sin ir más lejos, el navegador Firefox se lanzó con soporte para extensiones desde su primera versión en 2004. Y tendrían que pasar varios años antes que el resto de navegadores más populares hiciera lo propio, comenzando con Opera, en 2009.

Chrome se estrenó sin extensiones o con un acceso muy precario a ellas, lo que en cierta forma atentó contra su popularidad, sobre todo en las primeras versiones, que no ofrecían las mismas funcionalidades que otros navegadores.

Pero a cambio, Chrome era más moderno en cuanto a cumplir con ciertos estándares web. Prueba de esto fue que las primeras versiones cumplieron sin problemas con los benchmarks Acid 1 y Acid 2; en comparación, las versiones de Internet Explorer de la época nunca pudieron pasarlos por completo.

Y quizás más importante todavía: Google apostó fuerte por la estabilidad, en especial al trabajar con pestañas. El uso de documentos en línea estaba siendo cada vez más común y uno de los problemas más molestos era que si el navegador se colgaba, no solo se podía perder el avance del trabajo sino también el contenido del resto de pestañas.

Google Chrome introdujo una pequeña pero importante modificación a la gestión de las pestañas: cada una de ellas era un mundo aparte e independiente de las demás. Y si una se colgaba, no se afectaba al resto que se ejecutaban en el momento.

La velocidad y eficiencia que proporcionaba Google Chrome hizo que, paulatinamente, los usuarios empezaran a dejar de lado a Internet Explorer —todavía el navegador más usado a comienzos de 2010— para cambiarse a Chrome. Porque mientras Microsoft no sabía cómo solucionar los eternos problemas que arrastraba su navegador, Chrome y su idea de comenzar de cero resultaron justo lo que el usuario de internet necesitaba.

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En retrospectiva, uno de los puntos clave para el éxito de Chrome estuvo en que Google supo ver que el ecosistema de sitios web de internet estaba cambiando hacia finales de la década de los 2000, pero los navegadores —con ciertas excepciones— seguían estando basados en tecnología anticuada y poco preparada para lo que se venía.

Google Chrome, pese a sus comienzos algo dubitativos, nació listo para esa nueva web. Y eso explica por qué la actual cuota de mercado de Chrome, de casi 70 por ciento, no es una casualidad.

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