Entra en el plano público de a ratos. Cada tanto se reúne con algunos permitiendo fotos, y muchas otras veces esas conversaciones son en privado. Dicen que se siente más cómodo así. Con un rol fantasma que desconcentra a rivales, incomoda a los propios; y, sobre todo, mantiene expectantes a todos.

Mauricio Macri, de él se trata. El expresidente decidió arrancar el 2022 en modo ninja, sin mostrar las cartas con las que va a jugar lo que queda de este año y lo que más importa: cómo va a jugar el 2023 de elecciones.

Decisión que les quita tranquilidad a todos en Juntos por el Cambio porque saben que, así como sucedió con CFK en 2019, es el que tiene los votos. El que se aferra a ese 40% de hace dos años y que sabe que cotiza cuando menos habla. Cuando sale a la escena, parte el voto, entra en grieta y pone a convulsionar a la coalición opositora.

De zen a ninja

Los primeros años alejado de la presidencia tuvieron a un Macri zen, distante de la política y con muchas ganas de aplicar a la convulsionada política argenta el papel de un expresidente estadounidense. Esos que, una vez que pasan por la Casa Blanca, si no hay reelección consecutiva no pueden volver a ocupar el sillón principal en Washington.

Mandato cumplido y a dar charlas por el mundo o presidir fundaciones. La rosca va por otro lado, no con la torpeza que se ejerce en la Argentina.

Sin embargo, algo pasó en la cabeza de Macri en el último tiempo que, aquellos que lo conocen en Buenos Aires sostienen que “se hartó”. “Se cansó de varios y empieza a discutir política en serio. Poder real”, como dijo a Punto a Punto hace unos días una persona que lo conoce.

Está cansado de Horacio (Rodríguez Larreta) y Patricia (Bullrich). No le gusta que lo estén desafiando todo el tiempo. La reconfiguración de la mesa chica a Horacio no le dio el hándicap necesario para pelear fuerte en el 2023 y a Patricia endurecerse no le está ‘garpando’ como creía. En esa, pierde con (Javier) Milei”, sostuvo la misma fuente.

El análisis es aún más profundo. Cerca de Macri están observando que Larreta no puede hacer pie más allá de Buenos Aires y que cuando lo hace le reclaman la presencia permanente en la gestión. “Tuvo que ir al pie de (Gerardo) Morales en Jujuy y se sacaron una foto por Ucrania que ni siquiera estuvo organizada. Fue improvisada”, dicen los macristas del encuentro en el norte del fin de semana. Y ahí, en ese error, apuntan a Diego Santilli, el diputado por provincia de Buenos Aires que se convirtió en el armador del alcalde porteño para el interior.

En el encuentro con Morales apuntan a dos cuestiones: el pedido de equidad en reparto de subsidios con el que el jujeño se sumó al cordobés Juan Schiaretti; y a repetir la estrategia de Macri de arribar en tiempo de carnavales a Jujuy. Por los dos motivos, fallido. “No tienen el know how de Mauricio”, dicen los que hablan con el expresidente.

Con Bullrich la tensión es aún peor. Cree que lo desafía todo el tiempo y dicen que no cae bien en el macrismo que la exministra sostenga entre los suyos que le ganó Córdoba en el TEG del PRO. “Córdoba no es macrista, es antikirchnerista”, compran de Bullrich los alfiles de la exministra en territorio mediterráneo.

La tercera pata es María Eugenia Vidal

También en el seno de JxC tomaron nota del streaming de Macri con la exgobernadora bonaerense después del episodio ‘Gestapo sindical’ y de la casi decena de biblioratos que aportó la actual AFI a la Justicia. “Esa nafta llegó de algún lado”, dijo un peronista que cree que Vidal bajó sus pretensiones nacionales después de un enero convulsionado.

La pelea en ‘su’ provincia

Fue el único que no vino en el 2021 de elecciones. Tal vez, sabía lo que se venía. Sin embargo, todos saben que si es candidato posiblemente la base cordobesa será clave.

Incluso, podría llegar a instalarse un tiempo para hacer base desde acá al resto del país. Y ese es el riesgo que saben en el juecismo, la pata Bullrich del PRO y la UCR, todos distantes de Macri por diversos motivos. “Si pelea, baja y se arma un quilombo”, cerró un aliancista a este medio.